Para comprender la importancia de las
virtudes cardinales: prudencia, moderación, justicia y fortaleza, es necesario
definir primero qué entendemos por virtud y su opuesto, el vicio.
La palabra "virtud" deriva del
latín "virtus" y, al igual que su equivalente griego
"areté", se refiere a la cualidad excelente de algo o alguien para
cumplir con sus funciones. Por ejemplo, el "areté" de un cuchillo se
manifiesta en su buen filo, facilidad de manejo, ligereza, entre otros. En el
caso de las personas, hablar de virtud o "areté" implica referirse a
las cualidades que permiten desempeñarse con excelencia en diversas áreas, como
el arte, el deporte o la ciencia. Específicamente, la virtud moral o
"êthiké areté" se refiere a las cualidades excelente de una persona
en el ámbito moral.
Por otro lado, el término "vicio"
denota la mala calidad de algo o alguien para realizar sus funciones. Un vicio
en un cuchillo podría ser su falta de filo, incomodidad al usarlo o un peso
excesivo. En el ámbito moral, un vicio representa una cualidad negativa de una
persona que le obstaculiza o dificulta cumplir con sus roles dentro de la
sociedad, afectando así el desempeño de sus funciones.
Las virtudes morales, entendidas como
cualidades morales positivas, se manifiestan en pensamientos, sentimientos y
acciones maduras que generan los mejores resultados tanto para quien actúan como
para quienes son impactados por dichas acciones. Estas virtudes son cruciales
para mantener relaciones adecuadas con los demás, con uno mismo y con el
entorno, y para afrontar de manera efectiva tanto las exigencias
extraordinarias, pero poco frecuentes de la vida, como las ordinarias, pero
cotidianas.
Las virtudes cardinales constituyen la base
de todas las demás cualidades morales, lo que subraya su importancia
trascendental. Distorsiones de estas, conducen a deficiencias en muchas otras
virtudes. Por ejemplo, alteraciones en la fortaleza puede resultar en debilidad
o rigidez, cobardía o temeridad, inconstancia u obstinación, impaciencia o
pasividad. Estos desvíos pueden, a su vez, complicar la capacidad de ser justo,
pues la defensa de principios requiere coraje. A su vez, esta afectación de la
justicia se reflejará en un espectro amplio de cualidades morales negativas.
Por otro lado, debido a que el impacto de
las virtudes cardinales sobre las demás cualidades morales es muy
significativo; alteraciones sostenidas en estas pueden manifestarse en
sufrimientos crónicos, incluso cuando existen todas las condiciones necesarias
para vivir a plenitud. Tal situación resulta incompatible con una buena salud mental
y, frecuentemente, también afecta la salud en el plano biológico. Este tipo de
deficiencia mantenida en el tiempo se podría considerar una forma de
insuficiencia, pero no cardiaca o renal, sino más bien existencial.
Los antecedentes sobre el tratamiento teórico
dado a las virtudes cardinales se remontan a la antigüedad, específicamente en
lo que se conoce como Teoría de la Virtud o Aretología. Sócrates (470-399
a.C.), uno de los primeros pensadores en abordar este tema, sostuvo que la
felicidad o eudemonía representa el bien supremo, y vinculó la virtud al
conocimiento. Según
esta visión, quien sabe lo que es bueno también lo lleva a la práctica, idea esta
que se ha descrito como intelectualismo o racionalismo ético.
Al enfatizar la razón como guía para la
acción y fundamento de las virtudes morales, el racionalismo ético subraya la
responsabilidad individual en la toma de decisiones, y esto es un aspecto muy
positivo. Pero el conocimiento no es el único determinante de la conducta, ni
asegura que se actúe de manera correcta. Si el individuo no se moviliza
afectivamente, no modifica su conducta. Si así fuera, las terapias para tratar
adicciones como el alcoholismo o el tabaquismo se reduciría a la implementación
de charlas educativas o la recomendación de lecturas, lo cual, evidentemente,
es insuficiente.
Para Aristipo de Cirene (435-354 a.C.) y
sus seguidores, conocidos como cirenaicos, el propósito y bien supremo de la
vida humana radica en la búsqueda del mayor placer posible; filosofía esta conocida
como hedonismo. Los cirenaicos daban preferencia a los placeres sensuales sobre
los intelectuales. Sin embargo, Aristipo resaltaba que el ser humano no debería
convertirse en esclavo de sus placeres, sino aspirar a un disfrute prudente y
moderado.
El hedonismo enfatiza en la importancia de
vivir el momento y disfrutar de los placeres de la vida aquí y ahora. Esta
perspectiva puede ayudar a las personas a valorar el presente y encontrar
alegría en las experiencias cotidianas. Pero la constante búsqueda de placer
puede resultar en comportamientos insostenibles a largo plazo, particularmente
aquellos relacionados con adicciones. Además, al priorizar exclusivamente el
placer, el hedonismo puede restar valor al esfuerzo, el sacrificio y el
enfrentamiento a desafíos, elementos estos que son esenciales para el
crecimiento personal y moral.
Los cínicos, entre los que se encuentran
Antístenes (444-369 a.C.) y Diógenes de Sínope (414-324 a.C.), adoptaron una
postura contraria al hedonismo de los cirenaicos. Argumentaron que la esencia
de la virtud radica en el autocontrol y en el desprecio por el placer, al cual
consideraban como un mal a evitar.
Estos pensadores sostenían que el objetivo
de una vida virtuosa se alcanza a través de la tranquilidad que se obtiene
renunciando a todo aquello que hace al hombre dependiente, incluyendo los
bienes materiales, los placeres y las normas sociales. Abogaban por el desdén
hacia la satisfacción de necesidades no esenciales y se mofaban de los
convencionalismos, lo cual llevaron hasta el desafío y la infracción de las
normas de decoro establecidas.
El cinismo valora el autocontrol y la
independencia, aspectos estos que puede considerarse positivos, pero su enfoque
en la renuncia puede limitar el desarrollo de otras virtudes y habilidades
personales que requieren interacción y compromiso con la sociedad. Y, dado el
desprecio de los cínicos por los convencionalismos y el decoro, desde sus
posiciones se puede entrar en conflicto con los valores y normas comunitarias,
llevando a tensiones y dificultades en las relaciones sociales y profesionales.
Platón (427-347 a.C.) se distingue de
Sócrates al argumentar que la virtud no se reduce meramente al conocimiento,
sino que incluye también sabiduría, justicia, temperancia y fortaleza. Estas cualidades,
según él, son esenciales para alcanzar una armonía adecuada en la actividad
humana. Lo cual es asumido en la presente investigación.
Como aspectos a señalar a este pensador,
puede mencionarse que concibió al bien como un elemento esencial de la realidad,
y que el mal no existe en sí mismo, sino que es un reflejo imperfecto de bien.
Planteó, además, que el bien supremo consiste en una perfecta imitación de
Dios. Y esta perspectiva puede ser considerada como desconectada de las
realidades prácticas y cotidianas de la vida humana, dificultando su aplicación
en situaciones concretas.
Aristóteles (384-322 a.C.), al igual que
Platón, sostiene que la virtud trasciende el mero conocimiento. Consideró a la
justicia como un "compendio" de todas las demás virtudes. Planteó que
las virtudes morales son hábitos de elección o preferencias volitivas que hacen
bueno al hombre y buena la obra que realiza y constituyen posiciones intermedias entre extremos viciosos, uno por exceso y
otro por defecto. Pero
a pesar de esto no son una tendencia a la mediocridad, ya que desde el punto de
vista de la perfección y del bien constituyen un "pináculo o extremo".
Argumentó, además, que las virtudes morales
solo pueden adquirirse por repetición y corrección de acciones, y se dan
siempre en una relación entre seres humanos. Para este pensador, la evaluación
moral de un acto presupone la atribución de responsabilidad al agente moral, y
la responsabilidad implica voluntariedad. Insiste además en el carácter circunstancial de la virtud cuando las explica
señalando que son una manera de actuar cómo, cuándo, dónde, y en el modo en que
es preciso hacerlo. La
orientación fundamental de su sistema ético-filosófico es la felicidad
(eudemonismo).
En relación a la virtud entre extremos
viciosos, Aristóteles planteó que tal concepción no es aplicable a la justicia, pero en la presente obra también se
excluyen de la misma a la moderación y la prudencia, con iguales argumentos que
los que él da para la justicia; Cada una tiene un solo extremo vicioso:
injusticia, inmoderación e imprudencia respectivamente, pero existen formas
particulares de estos extremos únicos, que se dan por la existencia de algún
vicio para el cual sí existen ambos extremos. De las cualidades tratadas en la
presente obra solo se aplica esta concepción a la fortaleza y sus componentes:
Valentía, paciencia, perseverancia, ecuanimidad y resignación.
Para los estoicos, la virtud consiste en la eliminación de todas las pasiones y en la aceptación del orden de la naturaleza, la cual es ordenada y racional, y solo una vida en armonía con esta puede ser buena. Abogaban por la independencia de las circunstancias materiales, y sostenían que las pasiones y afecciones son malas, por lo que el hombre sabio es independiente de estas.
Y esto es un elemento a señalarles. Las
pasiones y afecciones son componentes inseparables de la naturaleza humana. Si
bien, es importante que el ser humano se eduque en las formas más maduras de
sentir y reaccionar ante la realidad, la afectividad constituye un
imprescindible vínculo entre nuestras necesidades y el medio, que ofrece, en
mayor o menor medida, los elementos necesarios para su satisfacción.
En
Tomás de Aquino (1225-1274) reconcilió el
aristotelismo con la autoridad de
En la presente obra, la orientación
fundamental es la felicidad, por lo que se coincide con la propuesta eudemónica
de Sócrates y Aristóteles. Así mismo, se concuerda con el criterio de que las
cualidades: prudencia, justicia, fortaleza y moderación son el fundamento o
principio de todas las demás, por lo que merecen el calificativo de cardinales.
A partir del Renacimiento, la teoría de la
virtud, que tenía como eje central a las virtudes cardinales, dejó de ser la
concepción ética predominante, no obstante, estas cualidades se han continuado
abordando fundamentalmente desde la Ética y la Axiología o Teoría de los
Valores; aunque. muchas veces de forma aislada, desestimando el vínculo que
existe entre ellas, así como la repercusión de las mismas en el resto de las
cualidades morales.
En esta investigación se pretende
profundizar en el estudio de las virtudes cardinales y contribuir a la divulgación
de estas; para lo cual se da respuesta a las siguientes interrogantes: ¿en qué
consiste cada virtud cardinal?, ¿cuáles son sus extremos viciosos?, ¿qué
vínculos existen entre ellas? y ¿cómo contribuir a la comprensión de las mismas
mediante la utilización de refranes e imágenes? La respuesta a este último
cuestionamiento se da, sobre todo, en el orden práctico.
Se han empleado proverbios y refranes que
en ocasiones son bastante semejantes, lo cual no ha sido por temor a no ser
entendido, ya que cada grupo de estos va acompañado de una explicación previa.
Se ha hecho esto para que el lector pueda escoger el que más le convenga o se
ajuste a su léxico y manera de razonar. Debido a que los refranes recogen
principios generales de conducta o de interpretación de la realidad, y dado el
elevado nivel de síntesis y simpleza de los mismos, son más fáciles de utilizar
en la toma de decisiones, que las explicaciones detalladas que los preceden.
Como fuente bibliográfica se consultaron
autores clásicos, dentro de la ética, como Aristóteles, Platón, Séneca,
Sócrates, así como investigadores recientes en el campo de la teoría de los
valores como José Ramón Fabelo Corzo y Fernando González Rey. También ha habido
influencias del argentino Risieri Frondizi.
En cuanto a los refranes, máximas y
proverbios se realizó una búsqueda intensiva en textos de diferentes religiones
como
Cabe decir que en la selección de refranes
y proverbios no se ha descartado ninguna fuente. De hecho, muchos se han
recogido directamente de la sabiduría popular, capturada en momentos cotidianos.
Las citas de Napoleón Bonaparte son extraídas
de: “El Príncipe” de Nicolás Bernardo de Maquiavelo, publicado en 1955 por
Las imágenes fueron elaboradas con la
inteligencia artificial Dall-e 3 de chat GPT plus, en función de los objetivos
de la obra.
Este
libro puede servir como texto auxiliar a todos aquellos que en su quehacer
profesional formen cualidades morales y también para investigadores e
interesados en la temática tratada. En relación con los que ejercen la
psicoterapia, puede ser de interés debido a las reflexiones orientadoras e inspiradoras
que se exponen, algunas de las cuales han tenido su fuente en la propia
actividad laboral del autor como psicoterapeuta.
Una vez presentados al lector los antecedentes históricos del tema abordado, las posiciones y fuentes asumidas por el autor, y lo que encontrará en este texto, se pone, plenamente, a su consideración.
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